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La música francesa, como el arte mismo, tiene sus orígenes en la Prehistoria. Y es que en este periodo existían ya algunos objetos que eran utilizados como instrumentos musicales.
Tambores, maracas, flautas, así como la voz humana, servían a los primeros humanos para realizar música. Desde Francia hasta Rusia, se han encontrado flautas y silbatos de tres a siete agujeros, entre otros objetos musicales.
A partir de los siglos XI/XII la música francesa empieza a adquirir más importancia y un carácter propio. De este modo, las “chansons de geste” o cantares de gesta franceses se hicieron muy populares con sus típicas hazañas épicas. El juglar, que era el encargado de transmitir estos mensajes informativos y musicales, sabía modular la voz perfectamente según el momento del relato. Estos cantares de gesta se basaban siempre en la exaltación de personajes populares y sucesos de armas. Generalmente se empieza por una descripción del héroe, su nombre, la armadura que lleva, su pendón y sus armas pintadas en el escudo. Entonces, se explica el significado de dichas armas y cómo las ha conseguido el caballero, protagonista del “cantar”.
La música clásica francesa, en cuyos orígenes hallamos la música medieval y la renacentista, tuvo un papel fundamental en la cultura occidental. Y es que ésta va a surgir durante la Revolución Francesa. En esta época de cambios, de rupturas y de transformaciones nace el Clasicismo, que en esencia, busca el ideal de lo bello y lo equilibrado. Se da importancia a la forma, ya que es a través de ella por la que se expresa esta perfección, esta belleza. Es un tipo de música que debe ser brillante, delicada y alegre.
Hacia mediados del siglo XX varios artistas de la calle sobrevivían gracias a la canción. La necesidad de ganarse el pan hizo que los cantautores se esforzaran al máximo en la interpretación de las canciones dando énfasis a lo dramático para llamar la atención del público. Desde este momento el artista francés canta de una forma muy peculiar y sabe llegar al alma de la persona. La “chanson” francesa, que cuenta con grandes exponentes como Maurice Chevalier o Edith Piaf, nace de un sentimiento auténtico y único, promovido a menudo por la pobreza.
Aunque la época esplendorosa de la “chanson” francesa sea la de los años 50 y 60, con grandes artistas como Charles Trenet, el carismático Serge Gainsbourg, el belga Jacques Brel o el poético Georges Brassens, la música francesa ha tenido en cada periodo sus propios genios, que han sabido transmitir el carácter y el sentimiento único de este país.